Cuenta el doctor Mario Alonso Puig en su recomendadísimo libro “Vivir es un asunto urgente” que en cierta ocasión se disponía a asistir a una entrevista junto a uno de los asistentes a uno de sus seminarios. El motivo era hablar de su situación personal y profesional. Como Puig tenía una importante reunión a posteriori su mente enjuiciadora, cuenta, empezó a mostrarle la frustración por tener que visitar a esa persona que poco le podría aportar.
Pero de repente una pregunta surgió. ¿Si ese individuo fuese el presidente de una empresa o el decano de una prestigiosa universidad la reacción sería de frustración? La respuesta, expresa Puig en su libro, es clara: NO.
En muchas ocasiones nos dejamos engatusar por esa voz enjuiciadora y no escuchamos a las personas ni las vemos como lo que son: personas. Simplemente nos dejamos llevar por esa voz interior.
Esa voz interior nos aleja de las personas, nos aparta de los demás y no nos hace quererlos si no se comportan como nosotros pensamos que deben comportarse o actuar. Además da por supuestas situaciones que puede que no se produzcan. Cuantas veces, al ver que nuestra pareja se retrasa en más de una ocasión nos asalta una voz interior diciendo “este o esta me está poniendo los cuernos”.
Si en vez de enjuiciar escuchásemos plenamente a la otra persona, sin juicios, comprenderíamos que ambos crecemos en el desarrollo de cada uno. En cambio, si lo que prima es enjuiciar a la otra persona no estaremos atendiendo plenamente a aquello que nos quiere transmitir y nos apartaremos de esa persona.
Tenemos que abrir nuestro pensamiento a un número mayor de posibilidades y escuchar a la otra persona con todo nuestro ser, sin emitir juicios. Debemos recordar que cada persona tiene su mapa y que, por tanto, el mío propio no marca el territorio.
En esta sociedad prima más los prejuicios que los juicios sensatos, y lo peor es que hablamos antes de escuchar y solo nos molestamos en oír sin profundizar en lo que nos están contando. Todo lo llevamos a un juicio rápido sin valorar a la persona que nos habla, sin entender que no todas las personas somos iguales ni estamos recorriendo el mismo camino, por suerte. Os imagináis que todos pensásemos igual, quisiésemos lo mismo e hiciésemos todo tal cual los demás, no llevaría al caos más absoluto?
Está en nosotros abrir nuestras mentes, escuchar, digerir, y contestar 😉
Genial como siempre tus comentarios Puri. Gracias y un saludo. 🙂