No, no estamos pensando en escribir una novela con ese título. Es un título que guarda relación con lo visto anteriormente de los niveles neurológicos y la idea de querernos a nosotros mismos.
Nosotros somos un ente que tenemos nuestras luces y nuestras sombras. Siempre queremos que frente a los demás se muestren esas luces y se minimicen lo máximo esas sombras pero no siempre sucede. Esto es debido a que únicamente contamos con un 7% de consciencia. El resto de muestra mente, es decir, un 93% de nuestra mente es inconsciente. No tenemos consciencia de muchas cosas que nos suceden, como por ejemplo algunas características de nuestra personalidad. Es por eso que a veces nuestro entorno puede percibir cosas de nosotros que nosotros no conocemos. ¿Un ejemplo? Podemos ser lo más pedante de este mundo y no darnos cuenta pero nuestro entorno sí.
Cuando conocemos a alguien nos atraen sus valores, su conducta, etc (he aquí de nuevo los niveles neurológicos). Nos enamoramos de sus luces porque son una proyección de nuestras luces. Nos vemos proyectados en esa persona pero solo tomamos consciencia de esa parte positiva.
A medida que la relación avanza vamos centrando el foco en las sombras. Ahora ya caemos en la cuenta de que no todo era de color de rosa y que también hay una parte negativa. Esas sombras también son una proyección de nosotros mismos, de todo aquello que no nos gusta en nosotros y que vemos proyectado en esa persona.
¿Qué hacer? Pues lo primero que haremos es querernos a nosotros mismos. Así de simple y así de difícil. Sólo cuando realmente nos queremos a nosotros mismos y nos aceptamos con nuestras luces y nuestras sombras, somos capaces de aceptar a la otra persona, también con sus virtudes y con sus defectos. Porque todos tenemos luces y sombras. Acéptate y acepta.